A la sala de reconocimiento
Con sumo cuidado, la llevé a la sala de reconocimiento. “Tranquila, cariño”, susurré, pasando la mano por su pelaje para calmarla. Dejó escapar un leve ronroneo, ofreciendo una pequeña sensación de alivio. “Vamos a ver qué te pasa”, murmuré, intentando parecer más valiente de lo que me sentía. Tenía que averiguar qué le pasaba a esta pobre gata.

A la sala de reconocimiento
Un misterio abandonado en la puerta
El personal del refugio explicó que la habían abandonado en la puerta durante la noche. “Ni una nota, ni nada”, comentó uno. “Acabamos de encontrarla esta mañana” Era difícil comprender cómo alguien podía abandonarla así. Nada hacía pensar en su pasado ni en quién la había cuidado; era realmente un pequeño enigma envuelto en piel.

Un misterio dejado en la puerta